En el mundo laboral, no todos los trabajos requieren la misma continuidad a lo largo del año. Algunos sectores funcionan por campañas, temporadas o periodos concretos en los que se necesita más personal. Para estas situaciones existe una fórmula cada vez más común: el contrato fijo discontinuo.
Este tipo de contrato ha ganado protagonismo en los últimos años, especialmente tras la reforma laboral que entró en vigor en 2022. Pero a pesar de su creciente uso, todavía genera muchas dudas. En este artículo te explicamos qué implica un contrato fijo discontinuo, cómo funciona y cuáles son tus derechos y obligaciones si lo firmas.
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El contrato fijo discontinuo es un tipo de contrato indefinido, pero no continuo. Es decir, se utiliza para trabajos que se repiten en el tiempo, de manera estable pero intermitente, como en campañas agrícolas, sectores turísticos, actividades escolares o periodos de rebajas en comercios.
El trabajador no trabaja durante todo el año, pero sí mantiene una relación laboral fija con la empresa. Cuando llega la temporada en la que se necesita personal, la empresa llama o reincorpora a los trabajadores que ya tiene contratados bajo esta modalidad.
Esta fórmula permite al trabajador tener mayor estabilidad que en un contrato temporal y a la empresa, contar con personal con experiencia cada vez que se repite la necesidad de producción.
Según la legislación española, este contrato puede utilizarse en actividades que tienen carácter cíclico, intermitente o de temporada, pero que se repiten cada cierto tiempo con una cierta previsibilidad.
Algunos ejemplos habituales de uso:
Campañas agrícolas (como la vendimia o recogida de aceituna).
Servicios escolares, como comedores o transporte durante el curso.
Actividades turísticas en verano o invierno.
Call centers o empresas de atención al cliente con picos anuales.
Trabajos en ferias, rebajas o campañas comerciales como Navidad o Black Friday.
El uso de este contrato no es libre: debe haber una justificación real y repetitiva de la necesidad de trabajo. Si no se dan estas condiciones, la empresa no puede usar esta fórmula para cubrir trabajos fijos o imprevisibles.
Una vez firmado el contrato fijo discontinuo, el trabajador pasa a formar parte de la plantilla de la empresa. Aunque no se trabaje de forma continuada, la relación laboral sigue viva mientras no se extinga legalmente.
Durante los periodos en los que no hay actividad, el trabajador no presta servicios ni cobra salario, pero no está despedido. En cuanto vuelve a haber necesidad de cubrir ese puesto, la empresa tiene la obligación de llamarle para reincorporarse.
Esta llamada debe hacerse siguiendo un orden objetivo y acordado, como puede ser la antigüedad. Si no se realiza o se salta el orden sin motivo, el trabajador puede reclamar por despido improcedente.
Además, en los periodos de inactividad, el trabajador puede solicitar el paro si tiene cotizaciones suficientes. Esto permite que, aunque no esté trabajando, mantenga cierta protección social.
No existe un límite legal fijo de meses que determine cuánto puede durar el periodo de inactividad. Sin embargo, sí debe haber una lógica y una continuidad razonable en la reincorporación.
Lo importante es que la empresa mantenga la repetición del trabajo en el tiempo, como marca la ley. Si la empresa deja de llamar durante varias temporadas sin justificación, el trabajador podría estar ante una situación de abandono empresarial o despido encubierto.
Cada sector y actividad tiene sus propios ciclos. Por ejemplo, en una campaña agrícola, el trabajador puede estar 6 u 8 meses sin trabajar hasta que llegue la siguiente recogida. En el caso de un comedor escolar, el parón puede coincidir con los meses de verano. Pero lo esencial es que exista una previsibilidad y que el contrato no se convierta en una herramienta para romper la continuidad laboral sin consecuencias legales.
Si el trabajador pasa un tiempo excesivamente largo sin ser llamado y no hay razones objetivas que lo justifiquen, puede reclamar. En este tipo de situaciones, lo más recomendable es consultar con un abogado laboralista para analizar si se están vulnerando sus derechos y valorar acciones legales.
Una de las principales ventajas frente a los contratos temporales es que el trabajador conserva derechos similares a cualquier otro trabajador indefinido, entre ellos:
Antigüedad: se tiene en cuenta el tiempo total de relación, aunque haya periodos sin actividad.
Vacaciones: se generan en proporción al tiempo trabajado.
Cotización a la Seguridad Social: durante el tiempo trabajado se cotiza con normalidad.
Acceso a indemnización si hay despido: si la empresa no llama sin motivo, se puede reclamar como despido.
Derecho a desempleo: en los periodos de inactividad, se puede solicitar prestación si se cumplen los requisitos.
Si el trabajador rechaza reincorporarse sin una causa justificada, la empresa puede considerar que ha abandonado voluntariamente el puesto de trabajo, lo que implica la extinción del contrato sin derecho a indemnización ni a paro.
Ahora bien, si el rechazo se debe a una causa de fuerza mayor o justificada (como enfermedad, maternidad, u otra circunstancia reconocida), la empresa debe respetar su situación y mantener el contrato hasta que pueda reincorporarse.
En España, el contrato fijo discontinuo tiene un código específico dentro del sistema de la Seguridad Social y del SEPE. Desde la reforma laboral de 2022, este tipo de contrato se identifica con el código 300, que corresponde a los contratos indefinidos ordinarios. No obstante, lo que determina que sea fijo discontinuo no es solo el código, sino la descripción del puesto, la actividad intermitente y la duración de la jornada reflejadas en el contrato.
El finiquito en un contrato fijo discontinuo funciona de forma particular. Cuando finaliza una campaña o temporada, no se extingue la relación laboral, por lo que no se genera finiquito completo como en un despido o baja voluntaria. Sin embargo, sí que corresponde al trabajador el cobro de ciertos conceptos acumulados, como las vacaciones generadas y no disfrutadas, pagas extra prorrateadas (si no se han abonado) y horas extras, si las hubiera.
En cambio, si el contrato se extingue definitivamente (por despido, baja voluntaria o fin de la relación laboral por cualquier causa), entonces sí se calcula el finiquito completo con todos los derechos acumulados, incluyendo la indemnización si corresponde por despido. Por eso es importante distinguir entre el fin de una campaña y la finalización del contrato en sí.
El contrato fijo discontinuo es una herramienta útil para dar estabilidad a los trabajadores en sectores que no funcionan todo el año. Si se usa correctamente, permite compatibilizar las necesidades de la empresa con los derechos del empleado, ofreciendo más seguridad que los contratos temporales.
Sin embargo, su funcionamiento requiere transparencia, respeto a los derechos laborales y un control adecuado del proceso de reincorporación. Si te han ofrecido este tipo de contrato o ya lo tienes y tienes dudas sobre cómo se está aplicando, lo mejor es consultar con un abogado laboralista para evitar abusos o situaciones injustas.